Durante la infancia y la adolescencia es donde la autoestima recibe un mayor impacto, dado que son etapas vitales donde nos encontramos más flexibles y vulnerables. Es desde la concepción y/o aceptación de la paternidad/maternidad donde estamos edificando la autoestima de nuestros hijos, dado que ya inconscientemente estamos elaborando unas expectativas sobre el ser humano que va a crecer junto a nosotros. El niño percibe si es querido y aceptado, si es valorado o rechazado....desde que comienza a interactuar con nosotros en su etapa intrauterina.
La familia es el lugar principal de socialización, de educación y de aceptación de uno mismo. Es el lugar en el que una persona es querida por lo que es y se le acepta como es. La valoración de la imagen que el niño va haciendo de si mismo depende de la forma en que va percibiendo que cumple con las expectativas de sus padres, en cuanto a la consecución de metas y conductas que esperan de él. Si crecemos sintiéndonos amados y seguros hay mayores posibilidades de que desarrollemos una adecuada identidad personal.
El ambiente familiar propicio para desarrollar una buena autoestima es aquel que se caracteriza por su calidez, afectividad y apoyo emocional, sin olvidar la importancia que tiene marcar unos límites razonables, consensuados por los padres y conocidos por los niños.
LOS 4 ELEMENTOS DEL AUTOESTIMA
Autoconcepto, lo que pienso de mí
Autoimagen, cómo me veo
Autorefuerzo, cómo me expreso afecto
Autoeficacia, cuánto confío en mí
PAUTAS PARA LOS PADRES
Frente a los errores de los/as hijos/as debemos evitar conductas que denoten juicio o frases como “te lo dije”, es importante mostrar paciencia, ofrecer guía y sobre todo acompañar en el error con amor.
Evitar las palabras de desaprobación, no utilizar etiquetas. Hay que centrarse en señalar la conducta que deseamos que cambien más no “atacar” a la persona.
Evitar la comparación, aunque se haga con una intención positiva, por ejemplo, la intención de motivar. Es muy probable que los/as hijos/as la interpreten como una manera de quitar valor a lo que son o transmitirles el mensaje de que no son lo suficientemente buenos para…
Valorar el esfuerzo en lugar de los resultados. Los resultados no siempre son proporcionales al esfuerzo por lo que si centramos la atención sólo en los resultados sin valorar lo que se ha trabajado para llegar ahí corremos el riesgo de que los hijos/as no se tomen los retos como un proceso y no gestionen adecuadamente la frustración.
Fomentar la autonomía, mostrar confianza en las capacidades de los/as hijos/as entendiendo el error como parte del aprendizaje. Delegar responsabilidades acordes a la edad.
Evitar las conductas de sobreprotección ya que generan en los/as hijos/as la sensación de incapacidad e inseguridad.
Plantear normas y límites de manera coherente y consistente, siendo los padres un equipo en su defensa.
Darles tiempo y espacio, el tiempo de calidad con los/as hijos/as debe ser una prioridad en la agenda. Se debe respetar además su espacio entendiéndolo como una necesidad.
Escuchar activamente y tener en cuenta su opinión. Buscar o provocar momentos que faciliten la comunicación.
En cuanto a sus emociones, valida sus emociones, aunque no las comprendas. Ayúdale a identificarlas poniéndoles nombre, acompáñale a comprenderlas y expresarlas.
Pon atención a cómo se habla tu hijo/a a sí mismo, ayúdale a reconducir de forma objetiva los pensamientos negativos que le quitan valor y reduce su autoestima.
Usa tus palabras y tus acciones para transmitirles afecto, seguridad, estabilidad y confianza.
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